7 ago 2005

5.05. DE LA BERARDE A LE TOUR. ETAPA 5. DE PRALOGNAN LA VANOISE AL REFUGIO DE LA LEISE. 7-8-2005.

En el Colde la Vanoise.

Bosque de Creuset, Les Fontanettes, Col y Refugio de la Vanoise, Pont de Mont Croa Vie, Vallón de la Leisse y Refugio de la Leisse.

07-08-2005.

1496 m.

417 m.

18500 m.

5:30 h.
 
Mixto.

Slgo difícil.

Travesía.

Agua según temporada y un poco por todo el recorrido.

Para realizar actividades programadas en montaña hay que contar con el tiempo, y en Alpes es absolutamente imprescindible. Dicen que el mal tiempo en los Alpes va de tres en tres días. No sé…

Nosotros solemos salir por piernas casi siempre, hemos soportado tormentas, nevadas, nieblas y también espléndidos días de sol; pero siempre decimos que ¡Hemos tenido suerte!

 Juan Castejón, Rosa Mª. Martínez y Mariano Javierre.

De Pralognan al Col de la Vanoise procedente de Didier Richard. Vía en verde.
 
            Como la noche es cálida se nos hace hasta calor en nuestro vivac bajo el alerce, aunque Rosa dirá que casi se le hizo fresco. Estamos cómodos sobre el heno y dormimos bastante aunque a tramos. Ni se levanta viento ni llueve. ¡Qué más podemos pedir! Nosotros nos conformamos con poco.

El domingo siete de Agosto nos pilla acostados hasta las seis. Cuando suena mi despertador ya estoy despierto pues la cabeza al aire libre se refrescaba un poco, cosa que se solucionaba perfectamente cerrando un poco la capucha del cortavientos.

Me levanto y hago una fotografía del vivac con los dos inquilinos que quedan,  y nos felicitamos por la suerte que hemos tenido con la noche pues está bastante nublado y amanece despacio. La noche ha sido clemente con los vivaqueadores.

Recogemos, desayunamos, devuelvo el heno al lugar de donde lo saqué y aquí paz y allá gloria. A las siete menos cuarto nadie podría decir que allí habían vivaqueado tres personas, lo dejamos todo en su sitio, más recogido y mejor de lo que lo  encontramos: es nuestra costumbre. A lo largo y ancho de las montañas hay un ramillete de lugares con las piedras recogidas, con protecciones discretas para cocinar, allanado en lo posible e inmaculadamente limpio y recogido. Son nuestros lugares de campamento.

Pisando suavemente para no despertar al día nos vamos para arriba en dirección nordeste. Es una de esas mañanas suaves y nubladas de las que invitan a permanecer en la cama y de las que esperas que, de un momento a otro, echen a llover y no paren.

Encontramos enseguida las balizas del camino y nos introducimos en el bosque, al noroeste del aclarado artificial para las pistas de esquí, a la vez que nos aproximamos al barranco, para salir enseguida a través de un escarpado camino al rellano del Bosque de la Gliere.

El camino se arrellana y coincide con una pista llana que sigue valle arriba hasta girar hacia el poblado de Les Fontanettes a 1644 metros de altitud.

El Bosque de Creuset subiendo hacia el Col de la Vanoise.
 
Hemos de proseguir camino adelante cuando se acaba la pista y enseguida el camino gira un poco hacia el este para incorporarnos a la ladera oeste de la Grande Aiguille d’Arcelin.

Alcanzamos a una pareja que va delante de nosotros y que se está poniendo las capas puesto que comienza a gotear cuando el camino comienza a ascender transitando sobre la pared.

Nos ponemos las capas y enseguida nos introducimos en las nieblas que han bajado a nuestro encuentro. Se trata de nieblas ligeras que permiten la visibilidad próxima por lo que seguir el camino resulta tarea fácil.

Vamos ganando altura hasta coincidir con el barranco prácticamente seco y cruzar a su orilla izquierda a media ladera frente a los paredones de Le Moriond, de los que únicamente vemos su arranque, las nieblas nos secuestran ya todo el paisaje.

Le Moriond es una espina rocosa que se incorpora en dirección nordeste a la Aiguille de la Vanoise, siendo la separación natural entre el camino que llevamos y el GR 57 que va por su cara noroeste.

Ascendemos con mucha atención por el cauce seco de un pedregoso barranco en dirección este-nordeste definitivamente envueltos en nieblas. Ni vamos a ver el Gran Glaciar de la Vanoise situado al sudeste, ni la Grande Casse situada al nordeste y mucho menos la Grande Motte más al nordeste. Por no ver, ayer, casi no vemos la Pointe Vallonet y, a partir de ahora, vamos a ver menos todavía.

Dejamos atrás el lineal y pedregoso barranco y continuamos en ascenso por otro tramo de, más adivinada que vista, amplia ladera herbosa en la que el camino transita cerca del barranco a través de una serie de afloraciones metamórficas grises y lisas que propician un camino ciertamente atlético e incómodo con las capas puestas. A ratos llueve con cierta asiduidad y comenzamos a llevar algo mojado el tren inferior.

Luego el camino se arrellana al introducirse en una planicie cubierta de gravas por encima de los 2450 metros de altitud. La niebla es muy espesa, la planicie no nos ofrece referencias y hay que ir al loro con el camino y con los montones de piedras de considerable volumen que nos guían en el camino.

Pasamos justamente al sur de una zona lacustre que nosotros o no vemos, o está colmatada en cuyo caso hemos pasado por encima y enseguida aparece en nuestras narices la sombra del uno de los edificios del Refugio Faure. Estamos en el Col de la Vanoise situado a 2517 metros de altitud. Son las nueve y veinte de la mañana y nos metemos en el refugio un tanto indecisos en esta mañana de domingo.

El refugio está lleno de gente. Nosotros nos quitamos las capas y con la comida entramos al comedor que también está lleno de gente joven, para almorzar un poco.

Comemos y bebemos con la indecisión que propicia el tiempo unido a la idea de que sabemos que vamos sobrados de tiempo. La etapa de hoy es bastante suave.

La estufa está encendida y nos acercamos a la misma con la intención de secarnos y calentarnos un poco pues apetece, además de charlar un rato con un francés.

Se nos va hora y media en un suspiro, y viendo que el tiempo no tiene aspecto de cambiar de momento, decidimos continuar adelante fundamentalmente teniendo en cuenta que hemos de perder altitud con lo que irá en aumento la posibilidad de que el tiempo mejore.

Nos ponemos las capas y nos echamos a la calle donde siguen reinando las nieblas. Un cartel nos indica el camino en medio de la planicie y en dirección surdeste. Son las once de la mañana.

 No hemos visto el lugar por el que llegaba al refugio el GR57. y tampoco vamos a ver nada del paisaje de la zona que nos debería mostrar los Glaciares de la Vanoise en su cara norte y la cara sur de la Grande Casse con el Glaciar de Grands Couloirs.
 
Lac Rond al este del Col de la Vanoise.

El Lac Long no lo hemos visto pero si alcanzaremos enseguida el Lac Rond, lo de verlo ya será otra cosa.

Olas en el Lac Rond.
 
Le Mollard de la Loza.
  
Lo rodeamos por su orilla derecha y lo dejamos entre nieblas que quieren empezar a mover aunque muy débilmente.

El Calvario del Col de la Vanoise.
 
El camino, muy transitado, atraviesa una planicie de gravas y cuenta con una densa serie de hitos de gran tamaño para la orientación  en una zona que se supone de abundantes y frecuentes nieblas. También tiene un calvario de grandes cruces de madera que ayudan para seguir el camino. Se trata de una zona lacustre colmatada conocida con el nombre de Mollard de la Loza que nos aproxima al Vallon de la Leisse que es nuestro objetivo aunque nos encontramos algo altos.

Vallón de la Leise desde el resalte rocoso sobre el Puente Mon Croa-víe.
 
El barranco de La Vanoise se va al este mientras que el camino continúa al sudeste hasta que alcanzamos los restos del Fuerte Blockh justamente en el inicio del potente resalte que es un lugar envidiable para el control del valle inferior.

Entramos por uno de sus accesos, echamos una ojeada, nos reajustamos las ropas pues corre algo de viento con lo que la humedad de la niebla penetra por cualquier parte y unos minutos más tarde proseguimos con nuestro camino. Estamos a 2475 metros de altitud.

Iniciamos el tránsito de una de las zonas que más me llamó la atención en el momento de proyectar la travesía y que resultará tan accidentada como imaginé en su día. El marcadísimo camino se derrumba por medio de un paredón en dirección sur enseñándonos desde la parte superior el profundo e inconfundible valle perpendicular al que nos dirigimos para tomar la rama ascendente del camino en el mismo.

Inicio del Vallón de la Leise desde el Camino al Col de la Vanoise.
 
He de volver al fuerte para recuperar el gorro de Rosa y enseguida despejan las nieblas mostrándonos el camino que en lugar de bajar de frente hacia el este como lo hace el barranco, se va al sur para serpentear en sobre la fuerte pendiente descendiendo fuertemente para luego, de la manera más suave volver  en dirección nordeste.

Sube gente, lo que interpretamos como que mañana puede ser un buen día unido a que el viento entra con fuerza por el valle y las nieblas se van disipando.

Bajamos la parte más erguida del resalte y el camino progresa por medio de una pendiente ladera de verdura en busca del Torrente de la Leisse. Es el Puente de Mont Croa Vie situado a 2100 metros de altitud y parece ser que se trata de un paso único. Nuestro camino, que viene desde Termignon situado al sur, empezará a girar al este en suave ascenso por la orilla izquierda del torrente, como hemos visto.

Desde el fuerte hemos localizado una diagonal que en dirección este y por la orilla izquierda del Barranco de la Vanoisse nos podía conducir, con relativa facilidad, al Torrente de la Leisse y a nuestro camino en la parte media del valle; pero tenía un par de peros, uno relativo a la zona más baja y próxima al torrente que es una enorme pedrera muy continua y con materiales sueltos, bajados de la cara nordeste de la Grande Casse, y por el que suponemos un tránsito no muy cómodo a pesar de que la enorme pendiente de la pedrera se arrellana junto al barranco y el otro pero es el cruce del torrente que baja muy lleno y no hay paso visible más que un par de puentes de nieve nacidos de potentes aludes en la ladera derecha del valle. El camino transita por la orilla izquierda.

Como el día no está precisamente para echar cohetes decidimos seguir con el guión lejos de cualquier otra veleidad. El día está ya condenado a ser de puro trámite.

Bajamos hasta el puente, cruzamos el Torrente de la Leisse y tomamos el camino que transita suavemente por su orilla izquierda en dirección norte y valle adentro. Son las doce y veinte.

Cascada del Rau de la Vanoise.
 
Fotografiamos la cascada en la que el Barranco de la Vanoise resuelve el descenso del resalte y peleamos duramente con el viento que baja por el valle, suponemos que para compensar un camino prácticamente llano. Además gotea levemente.

Orilla derecha del Vallon de la Leise y la Gran Casse.
 
Contemplamos largamente la imagen de la ladera derecha del barranco. Se trata de una enorme tartera glaciar en la que los aludes encontrarán perfectos toboganes para descender vertiginosamente, rellenar el cauce del torrente y avanzar potentemente sobre la otra orilla. Debe tratarse de una zona irfernal y peligrosísima. De cualquier manera, la imagen de la ladera es de esas que impactan, permanecen y cualquiera reconoce sin duda.

Giramos hacia el este con nuestro camino en suave ascenso y pronto aparece entre nieblas altas nuestro objetivo.

Refugio de la Leisse bajo la Grande Motte.
 
El valle se ensancha, el torrente se ramifica y nosotros atravesamos sus brazos para incorporarnos con el camino a un suave resalte verde en la ladera derecha que es donde se encuentra el Refugio de la Leisse. A Rosa le encantan los repechos finales de los refugios que terminan por atragantársele. Hoy tiene suerte y la llegada es en subida.

Son las dos menos cinco de la tarde cuando nos encontramos con las gallinas del refugio que picotean por los alrededores del mismo.

Refugio de la Leise con el Plan de Nettes al fondo.
 
El Refugio de la Leisse pertenece al Parque Nacional de la Vanoise  se encuentra a 2497 metros de altitud y consta de tres casitas clásicamente alpinas que constituyen un armonioso conjunto en un pequeño rellano cubierto de pradera alpina. Nos reciben los guardas, una pareja de chavales que, según nos dirán, vienen todos los años por Mayo a Alquezar, en una de las cabañas que sirve de cocina y vivienda, la del medio es el comedor y en la de abajo están los dos dormitorios.

Nos enseñan las literas, visitamos los aseos que están independientes de las tres cabañas y nos introducimos en el comedor para comer un poco.

            Hay gente que o ha hecho poca a actividad, el día no se ha debido prestar demasiado, o no ha hecho nada. Nosotros comemos y bebemos en una de las mesas y nos libramos como podemos de la corriente de aire que se establece tan pronto como alguien abre alguna de las puertas, una a cada lado de la cabaña. Se nos hace fresco y nos abrigamos bastante.

            La tarde resultará larga pues el día se ha quedado venteado, con las nieblas a la espectativa y guardando el paisaje. Tendremos tiempo más que suficiente para hartarnos de humo con el dichoso tiro de la estufa, aunque luego nos vaya bien para calentar agua.

            Vamos a saldar nuestra cuenta con los guardas que ascenderá a 36 euros y terminamos hablando de Roanaldo, Ronaldiño, el Barsa y el Madrid.

            Les contamos nuestro proyecto para el día siguiente y tras consultar sus mapas nos dicen que “es muy largo.” Yo ya lo sé.

Sabemos lo que queremos hacer, ellos se dan cuenta y por ello nos aconsejan que cojamos un taxi y nos evitemos inútiles e incómodos kilómetros de carretera. Nos vaticinan doce  horas de camino y uno de ellos, guía telefónica en mano, nos elabora una lista de números de teléfono de taxis tanto de Tignes como de Val d’Isere.

Pasa la tarde, va llegando gente al refugio y nosotros sobre las seis de la tarde nos preparamos la cena y cenamos tranquilamente pues no tenemos nada mejor que hacer que empiltrarnos en las literas cuando son las ocho de la tarde. ¡Qué se puede hacer cuando un día sale así!

Y es que en la montaña pasan estas cosas. Aunque, analizando, hemos subido 1496 metros, hemos bajado 417 metros y hemos caminado 18’5 kilómetros en cinco horas y media, lo que no ha sido gran cosa pero con ello hemos consumido un día de mal tiempo en montaña y hemos avanzado sin tener que modificar la ruta. No podemos decir que haya sido un día tan malo. Llevamos el programa preestablecido y nos queda la esperanza, nos dicen que el tiempo mejora.

Hace fresco y bajo las mantas se está calentito, por tanto, vamos a liquidar esta jornada “dominguera”, es domingo, que ha sido un día de trabajo suave en espera de los platos más fuertes que vienen a continuación.

Para ver más fotos.

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